Alejandro Carpintero nace en Madrid en 1981. Su obra -pintura exclusivamente- se suma a la poética de la imagen encontrada, descentrada, casual, oblicua y fragmentaria. La escasez de datos de asociación o clasificación, así como de título o, aparentemente, de un buscado carácter conceptual, produce un sentimiento descorazonador y frío a la vez que avivador de preguntas.

Como artista se reconoce perplejo y fascinado ante lo indiscriminado y caótico de los medios modernos de distribución de imágenes; estos suponen un reto para los artistas de hoy ya que cambian nuestra conexión con el mundo y nuestras relaciones interpersonales. La sobresaturación de imágenes a la que hoy se tiene acceso -imágenes de las cuales desconocemos antecedentes, autora o fin- despierta la discusión sobre su verdadera importancia al tiempo que convierte la pintura en un hermano mayor valioso. La teoría de la imagen como cadáver y como algo carente de profundidad se materializa con mayor claridad que nunca. La imagen de video, de radiación azulada, priva de corporeidad al ser, que se nos presenta descarnadamente expuesto a la vez que lejano y oscuro.

Destaca el interés por el modo en que ciertos tipos de luz artificial convierten el color de la piel en algo frío y mortecino que nos hace cuestionar la verdadera existencia y carnalidad del ser representado y que modifica nuestro deseo sexual.